LA PRINCESITA
Existe cierto espécimen repulsivo en la oficina que últimamente se está apoderando de mis nervios.
Cuando entré en este trabajo (ya hace un año y poco) era muy “cariñosa” y muy “afable” o eso creía. Es una de las Teletubbies que pululan por esta oficina.
A simple vista es mona. Morena, cabellera negra y lacia, “tipito”… aunque para mí, buen tipo no tiene. Está delgadita pero no tiene forma. Esta recta cual mástil. Sus andares de grandeza la delatan. Es una persona que coloquialmente se denominaría como “calienta-braguetas” aunque luego, al igual que el resto del séquito teletubbitero, resulta ser una moñas y una maruja. Va de diva y de miradme-qué-buena-que-estoy-pero-no-me-toquéis.
A veces, antes de entrar hago un cigarrito en la entrada y coincide que ella llega con su moto. No saluda ni falta que le hace pues no soy digna de que me dirija la palabra. Pero bueno, me la suda bastante.
Lo que realmente me toca las pelotas es algo que demuestra que es una auténtica mal educada y una niñata pija a la que le falta recibir un par de buenas ostias.
A veces voy por el pasillo de la oficina y nos cruzamos de cara y ella, jamás de los jamases, te dejará pasar. Eres tú quien tienes que hacerte a un lado para dejar pasar a su majestad La Princesita (así la llamamos las tres pordioseras de la oficina xD). A veces me entran ganas de poner erguido el hombro y empujarla, a ver qué pasa… pero no vale la pena gastar energías con gentuza de ese calibre.
Ayer mismo, tenía que ir a coger una escalera para poder llegar a unas cajas que estaban encima de unos armarios. La escalera que encuentra en un pasillo estrechito en donde están los baños y en donde hay un par de armarios. En estos armarios hay muestras de cada producto y que La Princesita usa asiduamente, pues (si lo he entendido bien) ella se encarga de la atención al cliente, por decirlo de alguna manera, y suele enviar muestras a los clientes.
Al entrar en el pasillo estaba ella de cuclillas, con el armario abierto y buscando unas muestras. Como este pasillo es estrechito, yo tenía que pasar justita por detrás de ella. Nada más entrar, me miró de arriba abajo, y ¡cómo no!, con desprecio. Yo, con el útero hinchao de tanta gilipollez inmadura, le aguanté la mirada del palo qué-miras-gilipollas. Le tendría que haber dado con toda la pata de la escalera metálica en toda la espalda, por imbécil.
Sin ir más lejos, hace escasos minutos…, y que ha sido lo que ha hecho que me ponga a escribir este post sobre ella, me encontraba hablando por teléfono con Yulka sobre un tema personal muy serio. De golpe y porrazo veo que alguien me tira una folio encima de mi mesa y delante de mis narices. Era ella, que con desprecio y con expresión de superioridad me dejaba caer la reclamación de un cliente para que yo se lo entregase a mi jefa.
Vamos a ver, subnormal, no sé puede ir por la vida como si nada. Hablo por mí. Si tengo que entregar algo a alguien que se encuentra hablando por teléfono, se lo dejo al lado o le hago una seña rollo te-dejo-esto, pero no voy con estos aires de LadyDi. Venga hombre…
Qué horror de tía.
No la trago.
Otro día hablaré de Pedrito: la hipocresía personificada.
0 comentarios